eres en lo que trabajas, parece ser el rasero. quizás también para mi, tampoco me angelizo. y lo que ganas, sí, también eres lo que ganas, pero lo que ganas te lo preguntan pocas veces.
no me gustaría escribir esto desde la suficiencia de quien se sitúa al margen, no es posible. también aspiro, y comparo, y describo la fachada con las gárgolas, y hablo de futuro: la posibilidad de ser distrae sobre lo que eres, en lo que trabajas.
no, pero tampoco escribo desde la frustración. porque esa melancolía del moribundo no tiene nada que ver con grabar datos, ni con vender libros o maquinaria agrícola, ni servir platos, ni rellenar padrones. la frustración es más íntima.
escribo desde las bambalinas. entro a escena, trabajo. me creo el papel. pero también salgo y observo la función. muchos se llevan al personaje fuera del escenario, algunos morirían sobre las tablas, es su vida, se confunden con su trabajo.
no.
siempre estaré fuera, pienso, continúe de librero, llegue a profesor, vuelva al teclado alfanumérico, me convierta en un oficinista o cambie de paso y emigre. tendré difícil ser para mi, aunque lo sea para los demás. no algo más que un trabajo (suficiencia, suficiencia), sino algo otro, algo de lo que sentirse orgulloso, como algunos lo estarán de su trabajo.
fuori, si viviamo fuori ma fuori davvero.
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