sábado, noviembre 17, 2007

mientras

acabé la jornada escribiendo un comunicado que no me aprobarán y un mail que sí tuvo respuesta. eran la siete menos algo y acompañé hasta el centro comercial a un compañero. nos despedimos, él bajo al parking y yo, después de ir al baño, me entretuve en un kiosco de prensa.

una tarde de viernes en la que no te espera nadie es un buen momento para entretenerse en un kiosco de prensa, un kiosco tienda como los de aeropuertos y estaciones, también con libros. decidí comprarme uno y leerlo de un tirón, para así completar el día con algo acabado. tardé tiempo en decidirme, pero escogí uno de murakami. me pareció oportuno, ligero y otoñal. al salir a la calle me dirigí hacia la parada del autobús. quería cambiar de trayecto, no subirme como todas las tardes al metro, comenzar el libro sentado y con una ventana cerca: me gusta apartar la vista cuando me detengo y pienso sobre lo leído.

la historia, durante toda la tarde, me ofreció lo que necesitaba, acercarme a ella con facilidad, recrear su ambiente, esperar el siguiente cambio del protagonista, el próximo encuentro, ese que planea durante todo el libro. en definitiva, seguir avanzando. y murakami no encalla.

no me terminé el libro ayer aunque continué leyendo hasta la una. me faltaba poco pero me mordí la lengua. hoy, tras el café, he llegado al final. hoy, ha sido casualidad, iré a un local para escuchar jazz, como en la novela. ya he colocado el libro en la estantería. algunas veces no busco libros, sino lectura.

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