jueves, diciembre 27, 2007
se, jie
en buena parte la película comienza cuando él la pone contra la pared, le rasga el vestido, y la tira contra la cama. una escena inesperada que conduce la historia, ahora sí, hacia el peligro, y en la que nace, por arriesgada que parezca la afirmación, el deseo. supongo que tendrán que ver la película para entender la paradoja.
a la edad en la que todo se abandona yo estuve esperando. esperé porque ella era la primera chica que no necesitaba ser otra para que me gustase, y, sin embargo, yo sí pretendía parecer diferente ante ella.
era la primera vez que me fijaba en una chica así: serena, curiosa, espontánea pero educadísima, natural y cercana, aunque ausente del contacto. verdaderamente guapa. y una gran conversadora.
su gran conversación me dio pie, un día, a terminar con la espera. recuerdo que no me sentí estúpido, no aquella noche, cuando todo se fue al carajo de la manera más heroica: haciendo el ridículo. poco tiempo después fue ella quien no me dejó sentirme estúpido, con un sencillo gesto que aproveché desde entonces para acercarme de otra forma. ese acto de confianza, además, me legó valor para otros tiempos.
al final terminamos por sentirnos orgullosos de aquello que vivimos con intensidad. sólo se aprende en la entrega. o como alguien nos hace recordar: “la vida de verdad tiene que ver con la capacidad para poner lo máximo de uno mismo en toda circunstancia.”
creo que siempre he hablado de ella con admiración, pero no recuerdo haberle dado las gracias.
era la primera vez que me fijaba en una chica así: serena, curiosa, espontánea pero educadísima, natural y cercana, aunque ausente del contacto. verdaderamente guapa. y una gran conversadora.
su gran conversación me dio pie, un día, a terminar con la espera. recuerdo que no me sentí estúpido, no aquella noche, cuando todo se fue al carajo de la manera más heroica: haciendo el ridículo. poco tiempo después fue ella quien no me dejó sentirme estúpido, con un sencillo gesto que aproveché desde entonces para acercarme de otra forma. ese acto de confianza, además, me legó valor para otros tiempos.
al final terminamos por sentirnos orgullosos de aquello que vivimos con intensidad. sólo se aprende en la entrega. o como alguien nos hace recordar: “la vida de verdad tiene que ver con la capacidad para poner lo máximo de uno mismo en toda circunstancia.”
creo que siempre he hablado de ella con admiración, pero no recuerdo haberle dado las gracias.
miércoles, diciembre 26, 2007
lunes, diciembre 24, 2007
la primera carta que me envió desde santo domingo, con papel timbrado de hotel, resumía por escrito las maneras de tantas de nuestras conversaciones.
conversaciones entre nosotros, como aquella en la que años antes nos descubrimos el secreto con el que tanto jugamos, secreto que nos perteneció hasta un dos de enero, el día que, desde entonces, comienza cada año. y no se me olvida, porque cualquier relación sin fechas que recordar pierde el cuerpo de lo vivido.
tengo confianza con él, pero siempre he creído que nunca le contesté aquella carta con la suficiente altura, con la misma cercanía, que por escrito nunca me descubrí. tampoco cuando llegó el mail. y pienso: quiero dejar constancia. porque a menudo olvidamos dejar por escrito cuánto queremos. y es necesario, en ocasiones, recurrir a las palabras exactas, autentificar el recuerdo.
por eso ahora pretendía volver, aunque supongo que no lo recordará, o se le confundirá entre tantas otras tardes de aspecto parecido, a una tarde de té en casa de una amiga de aquella época. una tarde que me propuse no olvidar, porque mientras la vivía imaginaba como posible esa misma escena, pero perfecta. nunca pudo ser. y, sin embargo, cuando pasado el tiempo otra clase de perfección sí se dio, una de las cosas que más agradecí fue que él también estuviera presente.
lo que más agradezco ahora es saber que él estará presente en cada escena perfecta que me toque vivir.
conversaciones entre nosotros, como aquella en la que años antes nos descubrimos el secreto con el que tanto jugamos, secreto que nos perteneció hasta un dos de enero, el día que, desde entonces, comienza cada año. y no se me olvida, porque cualquier relación sin fechas que recordar pierde el cuerpo de lo vivido.
tengo confianza con él, pero siempre he creído que nunca le contesté aquella carta con la suficiente altura, con la misma cercanía, que por escrito nunca me descubrí. tampoco cuando llegó el mail. y pienso: quiero dejar constancia. porque a menudo olvidamos dejar por escrito cuánto queremos. y es necesario, en ocasiones, recurrir a las palabras exactas, autentificar el recuerdo.
por eso ahora pretendía volver, aunque supongo que no lo recordará, o se le confundirá entre tantas otras tardes de aspecto parecido, a una tarde de té en casa de una amiga de aquella época. una tarde que me propuse no olvidar, porque mientras la vivía imaginaba como posible esa misma escena, pero perfecta. nunca pudo ser. y, sin embargo, cuando pasado el tiempo otra clase de perfección sí se dio, una de las cosas que más agradecí fue que él también estuviera presente.
lo que más agradezco ahora es saber que él estará presente en cada escena perfecta que me toque vivir.
desayuno por la tarde
vamos, rob, no te encenagues, reacciona, encaja de una vez el despido, deja de compadecerte. descabalga de tu afirmación, "sé lo que quiero hacer pero no puedo", haz caso a lou.
y, sin embargo, el mismo orgullo que le conduce al río de mierda, logra salvarle. joder, qué cabezota.
en ocasiones necesitamos finales felices. he leído las últimas páginas con esa esperanza, resuélvelo como quieras, watson, pero no me jodas y consigue que esto termine bien.
cuántas veces nos dejamos llevar por la ficción, cómo nos amansa. cómo reconforta. qué gran vicio.
martes, diciembre 18, 2007
algún día veré a esas niñas y reconoceré en ellas a mi amiga. sobre todo una tendrá que parecerse más a ella, o eso terminará creyendo todo el mundo, ante la insistencia en sacar parecidos. y pese a lo que digan sus abuelas, yo emitiré mi juicio cuando vea el gesto propio que para mí define a su madre.
ella formaba parte de un grupo de chicas resueltas, que destacaban porque eran guapas y eran listas, con una mente más abierta de lo que su estereotipo determinaba, y, de esto me doy cuenta recordándolas, bastante sonrientes. poseían una juventud desbordante, tenían tiempo para todo, se les veías vivir.
encajé bien con ellas, y sepan que no me parecía en nada. la verdad, no me parecía en nada a ninguna de las personas que conocí aquellos años en una facultad de la que todo el mundo se extraña ahora que haya salido. sin embargo tenía conversación con ellas. me fascinaba darme la vuelta e intervenir, pasear con ellas hasta el metro, charlar en la biblioteca, hablar, hablar y, sobre todo, estar atento a lo que decían. pocas veces no me involucraba en las conversaciones que mantenía con ellas, quizás porque nunca me aburrieron, cualquier oportunidad era buena para saber cómo pensaban, su punto de vista era el de las mujeres, y yo me esforzaba por conocerlo. además, como cualidad-hombre pasaba desapercibido entre ellas, lo que facilitaba en ocasiones que se dejasen llevar en su discurso entre chicas.
me gustaba también observarlas. ya he comentado que eran guapas, pero mi interés se centraba en sus movimientos, en sus gestos. quizás porque de ellos extraía datos que uno labios, unos ojos, unas piernas, no dan. y aquí recupero el hilo.
ella formaba formaba parte de ese grupo de chicas resueltas, un tipo de chicas que a ciertas edades parecen mayores que tú. su voz, además, le cargaba de personalidad. llevaba colgado el cartel de inaccesible. como si rita hayworth (a quien no se parece) fuera una compañera tuya de clase.
luego no, pero luego, claro. tuve antes que ver ese gesto, el que ahora sé que algún día reconoceré en una de sus hijas, o en ambas, para darme cuenta de que estaba ante una persona próxima, que tal vez no andaba por mi mundo en ciertas ocasiones, pero que era receptiva. y que también observaba.
ese gesto era el de una sonrisa que utilizaba para dar pie a una respuesta del otro, una sonrisa que se quedaba pendiente de la aceptación, un resquicio de incertidumbre, pero también de cercanía, en una persona que desplegaba una personalidad convincente, con movimientos rápidos y seguros. inexpugnable excepto cuando sonreía de aquella manera.
el otro día hablábamos de cómo pasará ahora el tiempo, de cómo medirán nuestros años el crecimiento de esas dos miniaturas que tiene. pues sí, pero el tiempo que está por llegar nos concederá el gusto de vivir situaciones irrepetibles y, cada vez más, también, momentos recuperables del pasado. me gustaría que sus hijas fueran así, que al menos una de ellas conservara esa sonrisa que recuerde a su madre.
ella formaba parte de un grupo de chicas resueltas, que destacaban porque eran guapas y eran listas, con una mente más abierta de lo que su estereotipo determinaba, y, de esto me doy cuenta recordándolas, bastante sonrientes. poseían una juventud desbordante, tenían tiempo para todo, se les veías vivir.
encajé bien con ellas, y sepan que no me parecía en nada. la verdad, no me parecía en nada a ninguna de las personas que conocí aquellos años en una facultad de la que todo el mundo se extraña ahora que haya salido. sin embargo tenía conversación con ellas. me fascinaba darme la vuelta e intervenir, pasear con ellas hasta el metro, charlar en la biblioteca, hablar, hablar y, sobre todo, estar atento a lo que decían. pocas veces no me involucraba en las conversaciones que mantenía con ellas, quizás porque nunca me aburrieron, cualquier oportunidad era buena para saber cómo pensaban, su punto de vista era el de las mujeres, y yo me esforzaba por conocerlo. además, como cualidad-hombre pasaba desapercibido entre ellas, lo que facilitaba en ocasiones que se dejasen llevar en su discurso entre chicas.
me gustaba también observarlas. ya he comentado que eran guapas, pero mi interés se centraba en sus movimientos, en sus gestos. quizás porque de ellos extraía datos que uno labios, unos ojos, unas piernas, no dan. y aquí recupero el hilo.
ella formaba formaba parte de ese grupo de chicas resueltas, un tipo de chicas que a ciertas edades parecen mayores que tú. su voz, además, le cargaba de personalidad. llevaba colgado el cartel de inaccesible. como si rita hayworth (a quien no se parece) fuera una compañera tuya de clase.
luego no, pero luego, claro. tuve antes que ver ese gesto, el que ahora sé que algún día reconoceré en una de sus hijas, o en ambas, para darme cuenta de que estaba ante una persona próxima, que tal vez no andaba por mi mundo en ciertas ocasiones, pero que era receptiva. y que también observaba.
ese gesto era el de una sonrisa que utilizaba para dar pie a una respuesta del otro, una sonrisa que se quedaba pendiente de la aceptación, un resquicio de incertidumbre, pero también de cercanía, en una persona que desplegaba una personalidad convincente, con movimientos rápidos y seguros. inexpugnable excepto cuando sonreía de aquella manera.
el otro día hablábamos de cómo pasará ahora el tiempo, de cómo medirán nuestros años el crecimiento de esas dos miniaturas que tiene. pues sí, pero el tiempo que está por llegar nos concederá el gusto de vivir situaciones irrepetibles y, cada vez más, también, momentos recuperables del pasado. me gustaría que sus hijas fueran así, que al menos una de ellas conservara esa sonrisa que recuerde a su madre.
domingo, diciembre 16, 2007
lady chatterley
(eh, si no has visto la peli, tal vez deberías hacerlo antes de leer el post. ya no porque puedo fastidiártela, sino porque es un peliculón).
me interesa el lenguaje del sexo. cita (cahiers es. traduciendo de cahiers fr.):
Para mí, uno de los grandes desafíos era la tentativa de representación de las relaciones íntimas (digamos sexuales, pero no únicamente), en la que me reencontrara como espectadora, porque no es habitual que me reconozca en las películas que veo [...] O bien tratan las escenas de sexo como si fueran una escena distinta al resto de las escenas de la película, como si, en ese momento, la película sólo pretendiera contar que dos personas están haciendo el amor. Como si las prácticas sexuales estuvieran completamente aisladas, y el modo en que hacemos el amor con alguien no contara algo acerca de la intimidad específica que tenemos con esa persona.
es de pascale ferran, la directora de lady chatterley. y lo consigue.
la primera vez que lo hacen, por ejemplo, la cara de ella recoge no el placer que está sintiendo, que no parece demasiado, en vista de lo mecánico que lo plantea él, sino el placer de estar viviéndolo. él gime, de manera más física que placentera, ella no, a ella le basta con saber que está allí, pero quizás disfruta más ella, aunque no por el sexo. sin embargo, a medida que vuelve su placer sí se transforma. se acogen mejor, se tocan mejor, se dedican más tiempo, comienzan a liberarse. la propuesta, además, es contundente. la escena final, en la que por fin se dedican a verbalizar sus sentimientos, se merece el cierre abrupto que contiene: se aman.
cada encuentro describe su evolución. casi desaparecen las palabras hasta que, la ausencia física que les espera, las convierte en inevitables. el sexo, o mejor, esa intimidad de la que habla su directora, les había servido hasta entonces de lenguaje.
paciencia
mantener sumergida alguna sustancia sólida en un líquido a la temperatura ambiente, con el fin de ablandarla o de extraer de ella las partes solubles. macerar los sentimientos. sí, es la definición perfecta. además, la parte soluble es, también según el diccionario, la parte que se puede resolver.
mantener sumergida alguna sustancia sólida en un líquido a la temperatura ambiente, con el fin de ablandarla o de extraer de ella las partes que se pueden resolver. esa es mi actitud ante ciertos sentimientos o ante ciertas situaciones.
me repito la definición. tendemos a defender nuestras actitudes sin conocer en realidad en qué consisten. actitudes de oídas. esta es una niña tímida, y luchas contra la timidez, hasta tal punto que en ocasiones te golpeas el pecho, soy tímida. pero sin saber en qué consiste serlo.
y no, una palabra es su definición y no la palabra. la palabra se convierte en colgajo, las que señalan caracteres más. un frente, por tanto, uno de los frentes puede ser buscar la definición que mejor se corresponde con la versión de nuestra actitud. otro frente puede ser cambiar.
por eso yo no es que sea paciente, sino que sumerjo las sustancias sólidas en un líquido a la temperatura ambiente, con el fin de ablandarlas o de extraer de ellas las partes solubles.
mantener sumergida alguna sustancia sólida en un líquido a la temperatura ambiente, con el fin de ablandarla o de extraer de ella las partes que se pueden resolver. esa es mi actitud ante ciertos sentimientos o ante ciertas situaciones.
me repito la definición. tendemos a defender nuestras actitudes sin conocer en realidad en qué consisten. actitudes de oídas. esta es una niña tímida, y luchas contra la timidez, hasta tal punto que en ocasiones te golpeas el pecho, soy tímida. pero sin saber en qué consiste serlo.
y no, una palabra es su definición y no la palabra. la palabra se convierte en colgajo, las que señalan caracteres más. un frente, por tanto, uno de los frentes puede ser buscar la definición que mejor se corresponde con la versión de nuestra actitud. otro frente puede ser cambiar.
por eso yo no es que sea paciente, sino que sumerjo las sustancias sólidas en un líquido a la temperatura ambiente, con el fin de ablandarlas o de extraer de ellas las partes solubles.
sábado, diciembre 08, 2007
instantáneas
lunes, diciembre 03, 2007
en tránsito
la hilera de farolas que, mientras conduces, alumbran la carretera de entrada a cualquier población.
el largo pasillo de una casa a la que se entra por primera vez.
el andén de una estación recorrido desde el último coche del tren hasta la salida.
lugares donde en ocasiones somos conscientes de nosotros mismos.
el largo pasillo de una casa a la que se entra por primera vez.
el andén de una estación recorrido desde el último coche del tren hasta la salida.
lugares donde en ocasiones somos conscientes de nosotros mismos.
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