jueves, mayo 21, 2009

costurera

todo se consigue con esfuerzo, y uno no se esfuerza nunca lo suficiente.

sales entonces a pasear, sin libro, sin libreta, sin tentaciones.

descubres cómo cerca de casa hay una fábrica donde cosen mujeres para esas firmas que se venden en el corte inglés. cinco o seis calles en paralelo a la tuya, sin coches en las aceras, sin gente un viernes por la tarde. te asomas a una ventana, te agachas más bien, porque la ventana está a ras del suelo. ves mesas vacías, tijeras y paquetes, vestidos, y al fondo una máquina de refrescos y otra de café. una señora, quizás la última que sale, que saluda a un hombre con mono azul.

y si al llegar a casa, esa última señora, esa misma noche, en la tele, se fija en un vestido y se levanta nostálgica del sillón, pero aún así entra en la cocina para fregar los platos de la cena, si recuerda mientras lo hace, cómo aprendió a coser entre la obligación, el gusto, la época y la necesidad, si de verdad se mira las manos, las mismas llenas de jabón, y echa de menos no haber tenido suerte, si eso ocurre más allá de la imaginación, será porque es la suerte, y no el esfuerzo, aquello que siempre falta.

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